12 cosas que nadie te contará sobre la crianza de gallinas
La crianza de gallinas puede parecer, en el imaginario colectivo, una actividad simple, idílica y hasta bucólica. Desde la perspectiva de los aficionados y principiantes, se trata simplemente de observar a unas aves en un corral mientras se alimentan, se pasean y ponen huevos frescos todas las mañanas. Sin embargo, esta visión idílica está lejos de la realidad. Cuidar de gallinas implica mucho más que proporcionar alimento y agua.
Es un compromiso constante lleno de desafíos, aprendizajes y sorpresas. En este video, exploraremos 12 aspectos de la crianza de gallinas que rara vez se mencionan pero que todo futuro criador debería conocer.
1. No Todos los Días Hay Huevos
Empieza la mañana, vas con tu cestita de mimbre (o, más probablemente, un taper de plástico), abres el gallinero con una sonrisa de anuncio y… ¡nada! Bueno, a lo mejor un par de plumas sueltas y un montón de cacas, pero ni rastro de huevos. La desilusión. ¿Qué ha pasado? ¿Dónde están mis huevos? ¿Se los han comido las gallinas (spoiler: a veces)?
La verdad es que la producción de huevos no es una ciencia exacta. No es como enchufar una máquina expendedora y esperar que salga un producto. Las gallinas tienen sus propios ritmos, sus propios caprichos. Factores como la edad (las gallinas más jóvenes suelen poner más), la raza (algunas son ponedoras más prolíficas que otras), la época del año (en invierno la producción baja drásticamente por la falta de luz solar), el estrés (cualquier cambio en su entorno las puede afectar) y, por supuesto, la salud, influyen enormemente.
Así que, sí, habrá días gloriosos en los que te encuentres con una docena de huevos de colores, cada uno más bonito que el anterior. Pero también habrá días en los que te irás con las manos vacías y una sensación de haber sido estafado por tus propias gallinas. No te lo tomes a pecho, es parte del encanto (o del suplicio) de tener gallinas. Además, prepárate para la variabilidad en el tamaño, el color y la textura de los huevos. A veces te saldrá un huevo enorme, con dos yemas. Otras veces, uno diminuto, casi sin clara. ¡La vida es una caja de sorpresas… y de huevos!
2. Las Gallinas Son Más Destructivas de lo que Imaginas
Antes de tener gallinas, seguramente imaginabas un jardín hermoso, con flores silvestres, hierba verde y las gallinas picoteando alegremente sin causar estragos. Permíteme que te haga una advertencia: ¡olvídate de eso! Las gallinas son mini excavadoras con plumas. Son expertas en arrasar con todo lo que encuentran a su paso.
¿Esa planta que tanto te costó cultivar? Desaparecerá bajo una montaña de tierra removida. ¿Esa zona de césped impecable? Se convertirá en un campo de batalla de barro y plumas. Las gallinas aman escarbar, rascar y remover la tierra en busca de bichos, semillas y cualquier cosa que les parezca comestible. Y cuando llueve, bueno, digamos que se deleitan revolcándose en el barro.
Además, tienen una extraña fijación por los objetos brillantes y las cosas que no deberían tocar. Tu manguera de riego, tus herramientas de jardinería, la tapicería de tus sillas de exterior… nada está a salvo de su curiosidad y de sus picotazos inquisitivos.
Así que, si te importa tu jardín, mi consejo es que construyas una zona vallada para las gallinas, donde puedan campar a sus anchas sin destruir tus preciadas plantas. O, directamente, resignarte a que tu jardín se convierta en una extensión del gallinero. La elección es tuya, pero no digas que no te lo advertí.
3. El Olor Puede Ser… Desafiante
Vamos a ser sinceros, las gallinas no huelen a rosas. Y su gallinero, tampoco. El olor a excrementos de gallina puede ser… intenso, especialmente en los meses de calor. Si vives en una zona con veranos calurosos y húmedos, prepárate para soportar un aroma que podría describir como «purín avícola» (y eso siendo generoso).
La clave para minimizar el olor es mantener el gallinero limpio y seco. Limpia regularmente las deposiciones, cambia el lecho con frecuencia y asegúrate de que haya una buena ventilación. Utilizar materiales absorbentes como virutas de madera, paja o heno puede ayudar a reducir el olor.
También es importante tener en cuenta la ubicación del gallinero. No lo coloques demasiado cerca de tu casa o de las casas de tus vecinos, a menos que quieras ganarte una reputación como el vecino «ese» que apesta todo el vecindario.
Y hablando de vecinos, es una buena idea charlar con ellos antes de construir el gallinero. Explícales tus planes, promételes huevos frescos y asegúrate de que no tengan ninguna objeción. Unos vecinos contentos son fundamentales para una convivencia pacífica con tus gallinas.
4. Los Depredadores Son una Amenaza Real
Te has esforzado en construir un gallinero seguro y resistente, con paredes sólidas, una malla metálica robusta y una puerta con cierre automático. Te sientes orgulloso de tu obra, convencido de que tus gallinas están a salvo de cualquier peligro. ¡Error! Los depredadores son más listos y persistentes de lo que imaginas.
Zorros, mapaches, comadrejas, perros callejeros, gatos salvajes, aves rapaces… la lista de depredadores potenciales es larga y variada. Cada uno tiene sus propias técnicas y estrategias para intentar entrar en el gallinero y darse un festín con tus gallinas.
Algunos intentarán cavar por debajo de la valla, otros intentarán escalar o romper la malla metálica, y otros incluso esperarán a que abras la puerta para colarse sigilosamente. La vigilancia constante es fundamental. Revisa regularmente el gallinero en busca de posibles puntos débiles, refuerza las zonas vulnerables y mantén los ojos bien abiertos.
Además, considera instalar un sistema de alarma o una cámara de seguridad para detectar intrusos. Un perro guardián también puede ser una excelente forma de disuadir a los depredadores. Y, por supuesto, asegúrate de cerrar bien la puerta del gallinero todas las noches. Un simple descuido puede ser fatal.
A veces, incluso tomando todas las precauciones, los depredadores consiguen su objetivo. Perder una gallina por culpa de un depredador es una experiencia dolorosa, pero es importante recordar que es parte del ciclo natural de la vida. No te desanimes y aprende de tus errores para evitar que vuelva a suceder.
5. La Enfermedad No Siempre Tiene un Diagnóstico Fácil
Una de tus gallinas empieza a actuar de forma extraña. Está apática, no come, tiene las plumas erizadas y parece triste. Entras en pánico. ¿Qué le pasa? ¿Está enferma? ¿Es algo contagioso?
Diagnosticar una enfermedad en una gallina no es tarea fácil. A diferencia de los perros y los gatos, las gallinas no pueden comunicarse verbalmente. Dependes de la observación y de tu intuición para detectar los síntomas.
Además, muchas enfermedades de las gallinas tienen síntomas similares, lo que dificulta aún más el diagnóstico. Un resfriado, una infestación de parásitos, una deficiencia nutricional… todo puede manifestarse de forma similar.
Y para complicar aún más las cosas, encontrar un veterinario especializado en aves de corral puede ser un desafío. Muchos veterinarios están más familiarizados con los animales domésticos tradicionales y no tienen experiencia en el tratamiento de gallinas.
Así que, ¿qué puedes hacer? Lo primero es investigar. Busca información sobre las enfermedades más comunes de las gallinas, aprende a reconocer los síntomas y consulta foros y grupos online de criadores de gallinas.
También es importante tener un botiquín básico con medicamentos y suplementos para tratar las enfermedades más comunes. Y si sospechas que tu gallina tiene una enfermedad grave, no dudes en consultar a un veterinario especializado en aves de corral, aunque tengas que desplazarte un poco para encontrar uno.
6. El Cuidado Diario Requiere Compromiso
«¡Quiero gallinas para tener huevos frescos!» Esta es la frase que escucho más a menudo cuando alguien me pregunta sobre mi experiencia. Y sí, los huevos son una gran ventaja, ¡pero son solo la punta del iceberg! La verdad es que tener gallinas es un compromiso diario, igual que tener un perro, un gato o incluso un pez dorado (bueno, quizá el pez dorado necesite menos atención, pero entiendes el punto).
No se trata solo de ir al gallinero, recoger los huevos y volver a casa. ¡Ojalá fuera tan fácil! Implica abrir el gallinero por la mañana (llueva, truene o haga un sol abrasador), asegurarse de que tengan agua fresca (especialmente importante en verano), rellenar el comedero con pienso (y no, no vale con echarles las sobras de la comida todo el tiempo, necesitan una dieta equilibrada), revisar que el gallinero esté limpio y seco (y si no lo está, limpiarlo, claro), asegurarte de que no haya depredadores rondando… Y eso solo para empezar el día.
Por la tarde, hay que volver a cerrar el gallinero para protegerlas de zorros, tejones, mapaches, gatos monteses (la lista sigue, dependiendo de dónde vivas). En invierno, la tarea se complica un poco más: asegurarse de que el agua no se congele, protegerlas del viento y la nieve, y tal vez incluso instalar una bombilla de calor si las temperaturas son muy bajas.
Así que, sí, los huevos son geniales, pero la crianza de gallinas es un trabajo diario que requiere tiempo, dedicación y un compromiso real. Si buscas una mascota que puedas ignorar durante días, las gallinas definitivamente no son la opción. Son como niños pequeños emplumados que necesitan atención y cuidados constantes. Piensa en ello antes de lanzarte a la aventura.
7. Las Dinámicas Sociales Pueden Ser… Complicadas
Si crees que el patio del colegio es un nido de intrigas y dramas, espera a ver lo que pasa en un gallinero. Las gallinas tienen una jerarquía social muy marcada, conocida como «orden de picoteo». En la parte superior está la gallina dominante, la que manda, la que se come las mejores lombrices y la que se da el lujo de picotear a las demás sin que nadie le diga nada. En la parte inferior, está la gallina más débil, la que recibe todos los picotazos y la que siempre come después de las demás.
Y sí, esta jerarquía puede ser bastante cruel a veces. He visto gallinas ser acosadas, desplumadas y hasta heridas por las demás. Cuando introduces nuevas gallinas al grupo, la cosa se pone aún peor. Las recién llegadas tienen que ganarse su lugar en el orden de picoteo, y eso suele implicar peleas y persecuciones.
¿Cómo lidiar con esto? Lo ideal es introducir a las nuevas gallinas gradualmente, permitiéndoles que se acostumbren a la presencia de las demás a través de una valla o una jaula. También es importante asegurarse de que haya suficiente espacio en el gallinero y en el corral para que todas las gallinas puedan moverse libremente y evitar conflictos. Y, por supuesto, hay que estar atento para intervenir si ves que alguna gallina está siendo acosada severamente.
8. Los Ácaros y los Piojos Son Invitados No Deseados
Si pensabas que las gallinas solo tenían que preocuparse por los zorros y los halcones, piénsalo de nuevo. Hay un enemigo mucho más pequeño y persistente: los parásitos. Ácaros, piojos, pulgas… son invitados no deseados que pueden hacer la vida de tus gallinas miserable.
Estos bichos se alimentan de la sangre y las plumas de las gallinas, causando picazón, irritación, pérdida de plumas y, en casos severos, incluso anemia y muerte. Y lo peor es que son muy difíciles de erradicar por completo.
¿Cómo prevenir y combatir estas plagas? Lo primero es mantener el gallinero limpio y seco. Los parásitos prosperan en ambientes sucios y húmedos. También es importante proporcionar a las gallinas un lugar donde puedan darse «baños de polvo». El polvo ayuda a sofocar a los parásitos y a eliminar la grasa y la suciedad de sus plumas.
Si tus gallinas ya están infestadas, existen varios tratamientos disponibles, desde polvos y aerosoles antiparasitarios hasta remedios naturales como el aceite de neem o la tierra de diatomeas. Lo importante es actuar rápido y seguir las instrucciones del producto cuidadosamente. Y, por supuesto, consultar con un veterinario avícola si no estás seguro de qué hacer.
La guerra contra los parásitos es una batalla constante, pero con un poco de prevención y tratamiento, puedes mantener a tus gallinas sanas y felices. No te confíes y mantente atento a los signos de infestación. ¡Más vale prevenir que lamentar!
9. El Desecho de las Gallinas Mayores Puede Ser un Dilema Ético
Este es un tema delicado, pero es importante abordarlo. Las gallinas no viven para siempre. Después de unos años, su producción de huevos disminuye significativamente, y eventualmente dejan de poner por completo. ¿Qué hacer entonces?
Para muchos criadores de gallinas, este es un dilema ético. Algunos optan por sacrificar a las gallinas mayores para consumo propio o para alimentar a sus mascotas. Otros las dejan vivir hasta el final de sus días, aunque ya no pongan huevos. Y otros, simplemente, las regalan a alguien que pueda cuidarlas.
No hay una respuesta correcta o incorrecta. Es una decisión personal que depende de tus valores y de tus circunstancias. Lo importante es pensar en ello antes de que llegue el momento y tener un plan en mente.
Si decides sacrificar a tus gallinas, es importante hacerlo de la manera más humana posible. Existen métodos rápidos y efectivos que minimizan el sufrimiento del animal. Si no te sientes capaz de hacerlo tú mismo, puedes contratar a un profesional.
Si decides dejar vivir a tus gallinas hasta el final de sus días, asegúrate de que sigan teniendo una buena calidad de vida. Proporciónales un ambiente cómodo y seguro, y sigue cuidándolas como lo has hecho siempre.
Este es un aspecto triste pero inevitable de la crianza de gallinas. Es importante abordarlo con sensibilidad y respeto, y tomar una decisión que te haga sentir cómodo contigo mismo.
10. Los Huevos «De Patio» No Siempre Son Más Baratos
Aquí viene otra bomba. Mucha gente piensa que criar gallinas es una forma de ahorrar dinero en huevos. ¡Error! A menos que tengas un gallinero muy grande y un rebaño considerable, es probable que te salga más caro producir tus propios huevos que comprarlos en el supermercado.
¿Por qué? Bueno, piensa en todos los costos involucrados: el costo del gallinero, el costo de las gallinas, el costo de la comida, el costo de los suplementos vitamínicos, el costo de los productos antiparasitarios, el costo de la tierra de diatomeas… ¡y el tiempo que inviertes en cuidarlas!
Es cierto que los huevos de tus gallinas serán más frescos y probablemente más sabrosos que los huevos del supermercado. Y también es cierto que tendrás la satisfacción de saber que estás consumiendo huevos producidos de forma ética y sostenible. Pero desde un punto de vista puramente económico, es poco probable que ahorres dinero.
Además, no olvides que las gallinas no ponen huevos todos los días. La producción de huevos varía según la raza, la edad de la gallina, la estación del año y la calidad de la alimentación. Así que es posible que tengas días en los que no tengas huevos, o que tengas pocos huevos para satisfacer tus necesidades.
Así que, si estás pensando en criar gallinas para ahorrar dinero en huevos, piénsalo dos veces. Es una actividad gratificante y divertida, pero no es una forma económica de obtener huevos. Considéralo más como un hobby, una forma de conectar con la naturaleza y de obtener huevos frescos y deliciosos, pero no como una forma de ahorrar dinero.
Pensamientos finales
Criar gallinas puede ser una experiencia sumamente gratificante, pero no está exenta de desafíos. Si estás pensando en embarcarte en esta aventura, es importante ir más allá del romanticismo asociado a esta práctica y prepararte para los aspectos menos glamorosos. Con paciencia, conocimientos y compromiso, la crianza de gallinas no solo se convertirá en una fuente de alimentos saludables, sino también en una experiencia que te conectará con la naturaleza de una manera más realista y profunda. Así que, antes de dar el paso, considera estas 12 cosas ocultas y decide si estás listo para el reto.