12 COSAS por la que el 90% de personas fracasan criando gallinas

Vale, vamos a hablar de gallinas. Y no de esas gallinas de cuento que ponen huevos de oro y viven felices para siempre. No, no, vamos a hablar de la cruda realidad: el 90% de las personas que se lanzan a la aventura de tener gallinas, bueno, no les sale como esperaban. Y ojo, que yo lo entiendo. Parece fácil, ¿verdad? Unas gallinas picoteando en el jardín, huevos frescos todos los días… ¡idílico! Pero como todo en la vida, la cría de gallinas tiene su miga.

Así que, con la experiencia de haber visto (y vivido) algunos desastres avícolas de cerca, aquí te presento las 10 razones principales por las que tanta gente se estrella en el mundo de las gallinas:

1. No investigar lo suficiente

Este es el pecado original, la madre de todos los fracasos. Ves un vídeo de TikTok de alguien con un gallinero precioso lleno de gallinas felices, y te dices: «¡Yo también puedo hacer esto!». Compras unas gallinas en el mercado, les improvisas un refugio con cuatro tablas y a esperar que pongan huevos como campeonas. Grave error. Es como intentar construir una casa sin planos ni cimientos.

¿Qué implica «investigar lo suficiente»? Pues un montón de cosas. Primero, razas. ¿Sabías que hay razas más ponedoras que otras? Que algunas son más resistentes al frío, otras al calor, otras más tranquilas, otras más… ¡agresivas! No es lo mismo criar gallinas ponedoras industriales (esas que viven para poner huevos casi a diario) que razas más rústicas, que ponen menos pero son más robustas y aguantan mejor las inclemencias del tiempo. Hay que saber qué raza se adapta mejor a tu clima, a tu espacio y a tus expectativas.

Luego está el tema del espacio vital. ¿Sabes cuánto espacio necesita cada gallina para estar cómoda y no estresarse? ¿Y cuánto espacio necesitan para escarbar, darse baños de polvo (importantísimo para su higiene) y simplemente ser gallinas? Si las tienes hacinadas en un espacio pequeño, la cosa no va a funcionar. Se picotearán entre ellas, se estresarán, enfermarán y la producción de huevos caerá en picado.

También hay que investigar sobre alimentaciónsalud (llegaremos a eso más adelante) y comportamiento. Las gallinas tienen una jerarquía social, se pelean por el territorio, tienen sus rutinas… Si no entiendes cómo funcionan, te será muy difícil gestionar el gallinero.

Les cuento una experiencia: Un amigo mío se compró seis gallinas sin tener ni idea. Las metió en un cobertizo que tenía en el jardín, les echaba restos de comida y pensaba que ya estaba todo hecho. Resultado: las gallinas empezaron a picotearse entre ellas, una murió, las demás dejaron de poner huevos y al final se las regaló a un vecino que sí sabía del tema. Todo por no dedicarle unas horas a informarse antes.

2. Construir un gallinero barato y de mala calidad:

Aquí entramos en el terreno de la avaricia y la pereza. «Total, es solo para gallinas, con cuatro palos y una lona basta». ¡Error garrafal! Un gallinero barato y de mala calidad es un nido de problemas.

¿Por qué? Porque las gallinas necesitan protección. Protección contra el frío, el calor, la lluvia, el viento, los depredadores (zorros, perros, gatos, comadrejas…). Un gallinero con rendijas por donde entra el viento y la lluvia es una nevera en invierno y un horno en verano. Un gallinero sin un buen tejado es una piscina cuando llueve. Y un gallinero sin una buena valla es una invitación para los depredadores.

Además de la protección, el gallinero necesita ventilación. Sí, ventilación. Aunque parezca contradictorio, las gallinas necesitan aire fresco para evitar la acumulación de amoniaco (proveniente de sus excrementos), que es tóxico y puede causar problemas respiratorios. Un gallinero mal ventilado huele fatal y es un foco de enfermedades.

Y no nos olvidemos de la limpieza. Un gallinero difícil de limpiar es un caldo de cultivo para bacterias, parásitos y otros bichos indeseables. Necesitas un gallinero con suelo fácil de limpiar, con ponederos accesibles y con un sistema de ventilación que te permita mantener el ambiente fresco y seco.

Materiales: No uses cualquier cosa que encuentres por ahí. La madera tratada es mejor que la madera sin tratar, el metal galvanizado es mejor que el metal oxidado, etc. Invierte un poco más en materiales de calidad y te ahorrarás problemas a largo plazo.

Les cuento una experiencia de principiante: Un vecino mío (este es otro) construyó un gallinero con palés reciclados y una lona. Al principio parecía funcional, pero al poco tiempo la lona se rompió, la madera empezó a pudrirse y el gallinero se convirtió en un foco de malos olores. Tuvo que demolerlo y construir uno nuevo, esta vez invirtiendo en materiales de calidad. Moraleja: lo barato sale caro.

3. Alimentar a las gallinas con comida de baja calidad

Otro error común es pensar que las gallinas comen cualquier cosa. «Les echo las sobras de la comida y ya está». Sí, las gallinas son omnívoras y comen muchas cosas, pero no todas las comidas son iguales. Una dieta equilibrada es fundamental para su salud y para la producción de huevos.

¿Qué significa «comida de baja calidad»? Pues, por ejemplo, sobras de comida procesada (pizza, hamburguesas, etc.), pan rancio, fruta podrida, etc. Estas comidas pueden contener grasas saturadas, azúcares, sal y otros ingredientes que son perjudiciales para la salud de las gallinas.

Las gallinas necesitan una dieta rica en proteínashidratos de carbonograsasvitaminas y minerales. La mejor opción es alimentarlas con pienso específico para gallinas ponedoras. Este pienso está formulado para cubrir todas sus necesidades nutricionales.

Además del pienso, puedes complementar su dieta con verdurasfrutashierbas y granos. Les encantan la lechuga, el tomate, la zanahoria, la calabaza, las espinacas, las acelgas, el maíz, la avena, la alfalfa… Pero cuidado con las cantidades. No les des demasiada comida fresca, porque puede causarles diarrea.

Y no te olvides del calcio. Las gallinas necesitan calcio para formar la cáscara de los huevos. Puedes complementar su dieta con conchas de ostra trituradas o con un suplemento de calcio.

Ejemplo práctico: Una amiga mía alimentaba a sus gallinas principalmente con sobras de comida y restos de pan. Las gallinas estaban delgadas, las plumas opacas y ponían huevos pequeños y con la cáscara blanda. Cuando empezó a darles pienso específico para gallinas ponedoras, la cosa cambió radicalmente. Las gallinas engordaron, las plumas se pusieron brillantes y empezaron a poner huevos grandes y con la cáscara dura.

4. El Desconocimiento Total de las Enfermedades Avícolas

Las gallinas, como cualquier animal, son susceptibles a enfermedades. Y algunas de estas enfermedades pueden ser muy contagiosas y acabar con todo el gallinero. Por eso es fundamental estar atento a los síntomas y actuar con rapidez.

¿Qué enfermedades son las más comunes? Pues, por ejemplo, la coccidiosis (una enfermedad parasitaria que afecta al intestino), la coriza infecciosa (una enfermedad respiratoria), la bronquitis infecciosa (otra enfermedad respiratoria), la enfermedad de Marek (una enfermedad tumoral), los parásitos externos (ácaros, piojos, garrapatas) y los parásitos internos (gusanos).

¿Cómo saber si una gallina está enferma? Presta atención a los siguientes síntomas: decaimientofalta de apetitoplumas erizadasdiarreasecreción nasal o oculardificultad para respirartosestornudoscojeraparálisistortícolisdisminución de la producción de huevos y muerte súbita.

Si sospechas que una de tus gallinas está enferma, lo primero que debes hacer es aislarla del resto del gallinero para evitar la propagación de la enfermedad. Luego, consulta a un veterinario avícola lo antes posible. Él te dirá qué enfermedad tiene la gallina y qué tratamiento debes seguir.

Y, por supuesto, prevenir es mejor que curar. Mantén el gallinero limpio y seco, proporciona una alimentación equilibrada a tus gallinas, vacúnalas contra las enfermedades más comunes y desparasítalas regularmente.

Ejemplo práctico: Un amigo mío tenía un gallinero con 20 gallinas. Un día, una de las gallinas empezó a mostrar síntomas de decaimiento y falta de apetito. Mi amigo no le dio importancia y pensó que era algo pasajero. Al día siguiente, otra gallina empezó a mostrar los mismos síntomas. Mi amigo siguió sin hacer nada. A los pocos días, todas las gallinas estaban enfermas y empezaron a morir. Al final, perdió todo el gallinero. Si hubiera actuado con rapidez y consultado a un veterinario, podría haber salvado a sus gallinas.

5. No Controlar los Parásitos

Uff, este es un tema que me da escalofríos solo de pensarlo. Imagina la escena: tienes tus gallinas felices, picoteando por el jardín, todo parece perfecto. Pero un día, empiezas a notar que se rascan más de la cuenta, que las plumas se ven más ralas, que están como apagaditas. ¡BINGO! Tienes una infestación de parásitos.

Créeme, los parásitos son el enemigo número uno de cualquier gallinero. Ácaros, piojos, pulgas, gusanos… ¡una auténtica pesadilla! Y no creas que son exclusivos de las granjas grandes y sucias. No, no. A tus gallinas también les pueden entrar, incluso si las tienes en el jardín más limpio y cuidado del mundo. Estos bichos se alimentan de la sangre de tus aves, les causan estrés, las debilitan y, en casos extremos, ¡hasta pueden matarlas!

¿Por qué la gente falla aquí? Pues, porque se confían. Piensan: «Bah, un par de bichitos, no será para tanto». ¡Error garrafal! Unos pocos parásitos se multiplican a la velocidad de la luz, y cuando te quieres dar cuenta, tienes una plaga de proporciones épicas.

La solución es sencilla (en teoría): prevención y control. Inspecciona regularmente a tus gallinas para detectar cualquier signo de parásitos. Busca zonas sin plumas, picaduras, huevos de parásitos… ¡todo vale! Mantén el gallinero limpio y seco. La humedad es el paraíso de los parásitos. Utiliza productos antiparasitarios de forma preventiva (siempre siguiendo las indicaciones del veterinario, por supuesto). Y si detectas una infestación, actúa rápido. Hay un montón de productos en el mercado, tanto naturales como químicos, para combatir a estos indeseables. No te duermas en los laureles, porque si lo haces, las consecuencias pueden ser devastadoras.

6. La Cuarentena: El Aislamiento Preventivo que Salva Vidas

Imagina que estás en un viaje exótico y al volver a casa, sin querer, traes contigo una enfermedad tropical. Ahora imagina que esa enfermedad se la contagias a toda tu familia. Un desastre, ¿verdad? Pues con las gallinas pasa algo parecido.

El error de introducir nuevas gallinas en tu gallinero sin un periodo de cuarentena es uno de los fallos más comunes y con consecuencias más devastadoras. ¿Por qué? Porque las gallinas nuevas pueden ser portadoras de enfermedades o parásitos que no son evidentes a simple vista. Pueden parecer sanas y felices, pero en realidad estar incubando algo que va a contagiar a todas tus gallinas.

La cuarentena es, básicamente, un periodo de aislamiento para las nuevas gallinas. Las mantienes separadas del resto del gallinero durante unas semanas (lo ideal es entre 2 y 4 semanas) para observar su comportamiento, detectar posibles enfermedades o parásitos y asegurarte de que están realmente sanas antes de juntarlas con el resto del grupo.

¿Por qué la gente no hace cuarentena? Pues, de nuevo, por varias razones. Primero, porque no saben que es necesaria. Piensan que con ver que la gallina «parece bien» es suficiente. Segundo, porque les da pereza. Implica tener un espacio separado para las nuevas gallinas, darles de comer y beber por separado, y dedicar tiempo a observarlas. Y tercero, porque se impacientan por juntarlas con el resto del gallinero. Quieren ver a sus nuevas gallinas correteando con las viejas, poner huevos juntas y ser felices para siempre.

Pero la realidad es que saltarse la cuarentena es una ruleta rusa. Puedes tener suerte y que no pase nada, pero también puedes introducir una enfermedad que diezme tu gallinero en cuestión de días. Y creedme, ver morir a tus gallinas por una enfermedad que podrías haber evitado es una experiencia horrible.

Así que, por favor, ¡haz cuarentena! No importa lo ansioso que estés por juntar a tus nuevas gallinas con las viejas, tómate el tiempo necesario para asegurarte de que están sanas. Es una inversión en la salud y el bienestar de todo tu gallinero.

7. La Impaciencia (No Todas las Gallinas Ponen al Mismo Ritmo)

Vale, has seguido todos los pasos. Has comprado unas pollitas sanas, las has criado con cariño, las has alimentado bien, las has protegido de los parásitos… y aún así, no ponen huevos. O ponen muy pocos. ¡La frustración te invade!

Este es uno de los mayores motivos de abandono en la cría de gallinas: la impaciencia. La gente espera que todas las gallinas empiecen a poner huevos al mismo tiempo y al mismo ritmo, y cuando eso no sucede, se desaniman y se rinden.

Pero la realidad es que cada gallina es un mundo. Algunas empiezan a poner huevos antes que otras, algunas ponen más huevos que otras, algunas ponen huevos más grandes que otras. Hay muchas variables que influyen en la producción de huevos: la raza de la gallina, su edad, su estado de salud, la época del año, la alimentación…

Por ejemplo, las gallinas de razas ponedoras, como la Leghorn o la Rhode Island Red, suelen empezar a poner huevos antes y poner más huevos que las gallinas de razas de doble propósito, como la Orpington o la Sussex. Las gallinas jóvenes suelen poner más huevos que las gallinas viejas. Las gallinas sanas suelen poner más huevos que las gallinas enfermas. Y en invierno, cuando hay menos horas de luz, la producción de huevos suele disminuir.

¿Qué puedes hacer para combatir la impaciencia? Primero, infórmate sobre las características de las razas de gallinas que tienes. Averigua cuándo suelen empezar a poner huevos, cuántos huevos suelen poner al año y qué factores pueden influir en su producción. Segundo, sé paciente. No todas las gallinas son iguales, y algunas tardarán más que otras en empezar a poner huevos. Tercero, asegúrate de que tus gallinas están sanas y bien alimentadas. Una alimentación equilibrada y un buen estado de salud son fundamentales para una buena producción de huevos. Y cuarto, no te compares con los demás. Cada gallinero es diferente, y lo que funciona para una persona puede no funcionar para otra.

8. El Apego Excesivo (A Veces Hay que Tomar Decisiones Difíciles)

A ver, criar gallinas es una actividad que te conecta con la naturaleza, con el ciclo de la vida… ¡es normal que te encariñes con tus aves! Les pones nombres (Doña Clotilde, Pío-Pío, etc.), las reconoces por su plumaje o por su forma de caminar… ¡hasta les hablas!

Pero el apego excesivo puede ser perjudicial, especialmente cuando se trata de tomar decisiones difíciles. Imagina que una de tus gallinas enferma gravemente. Está sufriendo, no come, está apática… En el fondo, sabes que lo mejor para ella es sacrificarla para evitarle más sufrimiento. Pero, como le tienes tanto cariño, te resistes a tomar esa decisión. Sigues dándole medicinas, probando remedios caseros, esperando un milagro… mientras la pobre gallina sigue sufriendo.

O, peor aún, tienes una gallina que es agresiva con las demás. Les picotea, les roba la comida, las estresa… Es una bully del gallinero. Sabes que su comportamiento está afectando al bienestar de las demás gallinas, pero te da pena deshacerte de ella. «¡Pobrecita, seguro que solo está asustada!», te dices a ti mismo.

El problema es que, en la granja, la lógica a veces tiene que prevalecer sobre el sentimentalismo. A veces, hay que tomar decisiones duras por el bien de los animales, aunque nos duelan en el alma. Sacrificar a una gallina enferma para evitarle sufrimiento, separar a una gallina agresiva para proteger al resto del grupo, vender una gallina que no pone huevos y que solo come… son decisiones difíciles, pero a veces necesarias.

9. El Caos del Canto: No tener un plan para los gallos

Ah, el gallo. El rey del gallinero, el despertador natural (a veces demasiado natural), el protector de las gallinas. Pero también, el origen de muchos dolores de cabeza. ¿Por qué? Porque la gente a menudo no tiene un plan para ellos.

Es muy común que al comprar pollitos, te vengan algunos machos sin que lo sepas. Al principio son monísimos, unos pequeños plumíferos correteando por el jardín. Pero luego… ¡boom! Empiezan a cantar. Y no un canto dulce y melodioso como en las películas de Disney, sino un «¡quiquiriquí!» estridente a las 5 de la mañana que te hace desear tener tapones en los oídos las 24 horas del día.

Pero el problema no es solo el ruido (que ya es bastante). El problema es que un gallo necesita, digamos, «atender» a las gallinas. Y si tienes demasiados gallos en un espacio reducido, las peleas están aseguradas. Se disputarán el territorio, la comida y, por supuesto, a las gallinas. Imagina un culebrón venezolano, pero con plumas y espolones.

Además, un gallo puede llegar a ser agresivo, sobre todo si te acercas demasiado a sus gallinas. No es raro que un gallo te ataque por la espalda y te deje un buen recuerdo en la pantorrilla. ¡No es agradable!

La solución no es quedarte con todos los gallos que nazcan en tu gallinero. Seamos realistas, a menos que tengas una granja enorme, no los necesitas. Lo ideal es tener un gallo por cada 10-12 gallinas. Si tienes más, tendrás que tomar una decisión difícil: o los regalas, o los vendes, o… bueno, ya sabes a qué me refiero.

Es una decisión dura, lo sé. Pero es importante ser práctico y pensar en el bienestar de tus gallinas y en tu propia paz mental. Un gallinero con demasiados gallos es un gallinero estresado y problemático. Así que, ten un plan para los gallos desde el principio. ¡No te dejes llevar por la ternura de los pollitos!

10. La Impaciencia (No Todas las Gallinas Ponen al Mismo Ritmo):

Este es el punto más triste de todos. Has invertido tiempo, dinero y energía en tu gallinero. Has superado los problemas de los parásitos y los gallos. Has aprendido a tener paciencia y a no esperar milagros. Pero, de repente, algo sale mal y te vienes abajo. «¡Las voy a vender todas!», exclamas frustrado/a.

Tal vez las gallinas dejan de poner huevos de repente. Tal vez una enfermedad se propaga por el gallinero. Tal vez simplemente te aburres y te das cuenta de que criar gallinas no es tan fácil como pensabas.

Darse por vencido es comprensible. Criar gallinas puede ser complicado y a veces desmoralizante. Pero antes de tirar la toalla, párate a pensar en todo lo que has aprendido y en todo lo que has conseguido.

¿Has disfrutado de los huevos frescos? ¿Has aprendido algo nuevo sobre la naturaleza y los animales? ¿Has conectado con una parte de ti que no sabías que existía?

Si la respuesta a alguna de estas preguntas es sí, entonces no te rindas tan fácilmente. Busca ayuda, pide consejo a otros criadores de gallinas, investiga en internet. Hay soluciones para casi todos los problemas.

Y si al final decides que criar gallinas no es para ti, no pasa nada. No todo el mundo está hecho para todo. Pero al menos habrás aprendido algo y habrás intentado algo nuevo. Y eso, al fin y al cabo, es lo que importa.

Así que ya sabes, ¡no te rindas a la primera de cambio! Criar gallinas puede ser un reto, pero también puede ser muy gratificante. Si evitas estos cuatro errores comunes, tienes muchas más posibilidades de éxito. ¡Ánimo y a disfrutar de tus gallinas! Y si tienes alguna pregunta, ¡no dudes en preguntar! Que para eso estamos. ¡A clocar se ha dicho!

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