12 Secretos de la Abuela para Gallinas Sanas y Productivas
Mi abuela, Humberta, tenía la mano verde… y la mano amarilla, marrón y llena de plumas cuando se trataba de gallinas. En su pequeña chacra, las gallinas no solo vivían, ¡prosperaban! Eran gallinas gorditas, felices y ponedoras implacables. Nada de esos huevos pequeños y pálidos que se ven a veces en el supermercado; los suyos eran huevos gigantes, con yemas anaranjadas que hacían que los bizcochos tuvieran un color espectacular.
Siempre me decía que no había secretos, solo «sentido común y amor». Pero bueno, el sentido común de la abuela Humberta guardaba una sabiduría ancestral que bien podría considerarse un tesoro oculto. Así que, años después, después de mucha observación y algunas conversaciones profundas sobre los misterios del mundo avícola, creo que he descifrado esos «secretos» de la abuela. Aquí les van, tal cual me los contó:
1. El Espacio Vital: Más allá del metro cuadrado
La abuela Humberta siempre decía que la gallina que vive apretujada, pone huevos apretujados. O algo por el estilo, su lenguaje era pintoresco. Pero la idea era clara: una gallina necesita espacio para ser feliz. No basta con el mínimo indispensable que dicen los manuales. Ella creía firmemente en la filosofía del «más vale que sobre que no que falte». Y no se refería solo al gallinero, sino también al patio donde las gallinas pasaban la mayor parte del día.
“Imagínate, m’hijito, vivir todo el día en un departamento minúsculo con todas tus vecinos”, me decía mientras observaba a sus gallinas escarbar y picotear despreocupadamente en un terreno amplio y lleno de recovecos interesantes. “¿Estarías contento? Si fueras una gallina ¿Tendrías ganas de poner huevos?” La respuesta era obvia.
Así que, la abuela Humberta destinaba un espacio considerable a sus gallinas. No solo les daba un gallinero espacioso donde podían dormir cómodamente sin tropezarse unas con otras, sino que también les proporcionaba un patio generoso con árboles para refugiarse del sol, arbustos para esconderse y una gran variedad de texturas para picotear. Piedras, hojas secas, tierra suelta… todo contribuía a crear un entorno estimulante y que les permitía comportarse de forma natural.
Además, rotaba el terreno regularmente. Si notaba que un área estaba demasiado desgastada, la cerraba y la dejaba regenerar, mientras las gallinas disfrutaban de otra zona. Esto evitaba la acumulación de parásitos y mantenía el suelo sano y productivo. ¡Ah, y ni hablar de la importancia de un buen gallinero con ventilación! Aire fresco, pero sin corrientes de aire directo. La abuela siempre decía que un gallinero mal ventilado era un foco de enfermedades.
2. Una Dieta Variada: No solo pienso, ¡sino también festín!
Si creías que las gallinas solo comían pienso, ¡te equivocabas rotundamente! La abuela Humberta era una defensora a ultranza de la alimentación variada y equilibrada. Ella creía que el secreto de un huevo de yema anaranjada y sabor intenso residía en una dieta rica y diversa.
El pienso, por supuesto, era la base de su alimentación. Pero no se limitaba al pienso comercial. Ella lo complementaba con una serie de ingredientes caseros que hacían las delicias de sus gallinas. ¡Era como si estuviera preparando un menú gourmet para aves!
«El pienso es importante, sí, pero no lo es todo. Hay que darles variedad, m’hijito, que no se aburran», me explicaba mientras me mostraba su despensa llena de ingredientes para sus gallinas.
¿Y qué incluía ese menú? ¡De todo! Restos de verduras y frutas (peladuras de papa, hojas de lechuga, trozos de manzana…), granos (maíz, trigo, avena…), legumbres (lentejas, porotos…), semillas (girasol, calabaza…), insectos (¡les encantaban los gusanos y las hormigas!), hierbas frescas (perejil, orégano, albahaca…), incluso pan duro remojado en leche.
La abuela Humberta también era una experta en aprovechar los recursos de la chacra. Les daba a las gallinas acceso a compostaje, donde podían escarbar y encontrar gusanos e insectos. Sembraba hierbas y flores comestibles en el patio, como caléndulas y diente de león, que les proporcionaban vitaminas y minerales esenciales.
Y no nos olvidemos del calcio. La abuela siempre se aseguraba de que sus gallinas tuvieran acceso a una fuente de calcio para fortalecer sus cáscaras de huevo. Utilizaba conchas de ostra trituradas, cáscaras de huevo secas y molidas, o incluso un suplemento de calcio comercial.
3. El Poder del Ajo: Un antibiótico natural para plumíferos
El ajo, ese pequeño bulbo con un aroma inconfundible, era uno de los grandes aliados de la abuela Humberta en la lucha contra las enfermedades de sus gallinas. Ella lo consideraba un antibiótico natural, un tónico revitalizante y un repelente de parásitos. ¡Un verdadero superhéroe del gallinero!
«El ajo es bueno para todo, m’hijito. Para la salud, para la suerte, ¡y para las gallinas!», me decía mientras picaba finamente un diente de ajo para añadirlo a la comida de las aves.
¿Cómo utilizaba el ajo la abuela Humberta? De diversas maneras. Lo añadía picado a la comida de las gallinas, lo infusionaba en el agua que bebían, e incluso lo plantaba cerca del gallinero para repeler los mosquitos y otros insectos.
Ella creía que el ajo fortalecía el sistema inmunológico de las gallinas, protegiéndolas de enfermedades respiratorias, digestivas y parasitarias. Además, mejoraba la circulación sanguínea, estimulaba el apetito y prevenía la coccidiosis, una enfermedad intestinal común en las aves.
«Un poquito de ajo al día, aleja al veterinario», era uno de sus refranes favoritos. Y la verdad es que tenía razón. Sus gallinas rara vez se enfermaban, y cuando lo hacían, el ajo solía ser suficiente para curarlas.
La abuela Humberta también utilizaba el ajo para prevenir la infestación de parásitos externos, como ácaros y piojos. Preparaba una infusión de ajo y la rociaba sobre las plumas de las gallinas, o añadía ajo picado al material de la cama del gallinero.
4. Baños de Polvo: La higiene es cosa de gallinas (y tierra)
Si pensabas que las gallinas no se bañaban, ¡te equivocas! Lo que pasa es que no se bañan con agua y jabón como nosotros, sino con polvo y tierra. Los baños de polvo son una actividad esencial para la higiene de las gallinas, ya que les ayudan a eliminar parásitos externos, como ácaros y piojos, y a mantener su plumaje limpio y saludable.
La abuela Humberta era una gran defensora de los baños de polvo. Ella creía que proporcionarles a las gallinas un lugar adecuado para darse baños de polvo era tan importante como darles comida y agua.
«Las gallinas necesitan un lugar para revolcarse en la tierra, m’hijito. Es su forma de lavarse y de mantenerse sanas», me explicaba mientras señalaba un rincón del patio donde sus gallinas se revolcaban alegremente en un montón de tierra suelta.
¿Cómo preparaba la abuela Humberta el baño de polvo perfecto? Mezclaba tierra seca y fina con arena, ceniza de madera (¡que tiene propiedades insecticidas!) y un poco de tierra de diatomeas (un insecticida natural muy eficaz). El resultado era una mezcla suave y absorbente que las gallinas adoraban.
El baño de polvo debía estar ubicado en un lugar seco y soleado, protegido de la lluvia y del viento. La abuela Humberta también se aseguraba de renovar la mezcla regularmente, para evitar la acumulación de parásitos y mantenerla limpia y fresca.
Cuando las gallinas se daban un baño de polvo, se revolcaban en la tierra, esparciendo la mezcla por todo su plumaje. El polvo absorbía el exceso de grasa y humedad, y la ceniza de madera y la tierra de diatomeas mataban los parásitos. Luego, las gallinas se sacudían vigorosamente para eliminar el exceso de polvo, quedando con un plumaje limpio, brillante y libre de bichos.
5. El Gallinero Perfecto: Seguridad Ante Todo (¡Y Comodidad!)
El gallinero de la abuela Humberta no era un simple refugio para gallinas. Era una fortaleza, un palacio, un lugar seguro y cómodo donde las gallinas podían dormir tranquilas y poner sus huevos en paz.
Lo primero que le preocupaba era la seguridad. El gallinero tenía que ser a prueba de zorros, perros, gatos y cualquier otra criatura que pudiera querer hacerle daño a sus gallinas. Por eso, las paredes eran fuertes y el techo estaba bien cerrado. Además, tenía una malla metálica alrededor para evitar que las gallinas se escaparan (y para que los depredadores no pudieran entrar).
Pero la seguridad no era lo único importante. El gallinero también tenía que ser cómodo. Por eso, la abuela se aseguraba de que estuviera limpio y seco. Cambiaba la paja con regularidad y rociaba el interior con un desinfectante natural a base de vinagre y aceites esenciales (¡nada de químicos!).
Además, el gallinero tenía perchas altas para que las gallinas pudieran dormir cómodamente y cajas nido con paja suave para que pudieran poner sus huevos en intimidad. Y, por supuesto, siempre había agua fresca y comida disponible.
Un gallinero bien construido y mantenido es fundamental para la salud y la productividad de las gallinas. ¡Así que no escatimes en esfuerzos a la hora de construir o mejorar el gallinero de tus gallinas!
6. El Sol de la Mañana: Vitamina D gratis y felicidad a raudales
Mi abuela era una fanática del sol. No se bronceaba, ojo, ella creía que el sol era para despertarse con energía y para que sus gallinas tuvieran «huevos con la yema bien naranjita». Y tenía razón. Ella se aseguraba de que el gallinero recibiera sol directo, especialmente el de la mañana.
Me explicaba que el sol, en especial el de la mañana, era una fuente natural de vitamina D. Y esta vitamina no es solo para nosotros, los humanos; es crucial para las gallinas también. Las ayuda a absorber el calcio (que ya veremos que es muy importante) y a tener huesos fuertes, lo que se traduce en huevos con cáscara dura y una salud general de hierro.
Pero la cosa no terminaba ahí. La abuela decía que el sol de la mañana «despertaba el espíritu» de las gallinas. Las ponía de buen humor, las hacía más activas y, en general, más felices. Y una gallina feliz, según ella, era una gallina que ponía huevos como una campeona.
Así que ya saben, nada de gallineros oscuros y sombríos. ¡Denles sol a sus gallinas y verán la diferencia! Unas cuantas horas de sol matutino hacen maravillas. Si el gallinero no tiene mucha luz natural, consideren moverlo o abrir alguna ventana. Incluso pueden construir un área al aire libre donde puedan tomar el sol sin peligro de depredadores. El sol es gratis, ¡así que aprovéchenlo!
7. Agua Fresca y Limpia: Hidratación constante
Esto puede sonar obvio, ¿verdad? «Claro, abuela, las gallinas necesitan agua». Pero la abuela Humberta no hablaba solo de tener un bebedero lleno. Hablaba de agua fresca y limpia, todo el tiempo. Me contaba historias de vecinos que solo les cambiaban el agua a las gallinas una vez a la semana, o peor, que dejaban que el agua se llenara de algas y porquerías. «¡Pobres animalitos!», decía ella, «Como si a ti te gustara tomar agua sucia».
Y tenía razón. El agua limpia es fundamental para la salud de las gallinas. No solo las hidrata, sino que también las ayuda a regular su temperatura corporal (especialmente importante en verano) y a digerir los alimentos. Una gallina deshidratada es una gallina estresada, y una gallina estresada no pone huevos.
La abuela tenía un sistema infalible: revisaba los bebederos varias veces al día y los limpiaba a fondo cada mañana. Usaba un cepillo y agua caliente para eliminar cualquier rastro de algas o suciedad. Y durante los días de calor, incluso les ponía hielo en el agua para mantenerla fresca. ¡Un verdadero spa para gallinas!
Además, se aseguraba de que el agua estuviera siempre disponible. Nada de racionar el agua «para que no la desperdicien». Ella decía que las gallinas sabían cuánta agua necesitaban y que lo mejor era tener siempre a disposición.
8. La Importancia de las cáscaras de huevos trituradas
Este es uno de mis favoritos, porque es una forma genial de reciclar y de darles a las gallinas un suplemento de calcio natural. La abuela Humberta nunca tiraba las cáscaras de los huevos. Las guardaba, las lavaba bien, las secaba al sol y luego las trituraba hasta convertirlas en polvo. Luego, las mezclaba con el pienso de las gallinas.
¿Por qué? Pues, como ya hemos dicho, el calcio es fundamental para la producción de huevos con cáscaras fuertes. Y las cáscaras de huevo son una fuente excelente de calcio. Al darles a las gallinas cáscaras de huevo trituradas, les estamos dando un suplemento natural que les ayuda a producir huevos de mejor calidad. Además, es una forma genial de evitar que las gallinas se coman sus propios huevos, ya que al obtener el calcio que necesitan, no sentirán la necesidad de buscarlos en sus propios huevos. ¡Es un círculo virtuoso!
Un consejo importante: asegúrense de lavar y secar bien las cáscaras antes de triturarlas, para evitar la proliferación de bacterias. Y tritúrenlas hasta que queden como un polvo fino, para que las gallinas no las reconozcan como huevos y no se acostumbren a comerse los huevos que ponen.
9. Observación Constante: El Ojo del Amo Engorda el Ganado (y las Gallinas)
Este es quizás el secreto más importante de todos, y el más difícil de explicar. La abuela Humberta tenía una conexión especial con sus gallinas. Las observaba con atención, y era capaz de detectar cualquier cambio en su comportamiento, en su apetito o en su aspecto físico. Sabía cuándo una gallina estaba triste, cuándo estaba enferma, o cuándo estaba a punto de poner un huevo.
«El ojo del amo engorda el ganado,» decía la abuela. Y tenía toda la razón. Si no prestamos atención a nuestras gallinas, no podremos detectar los problemas a tiempo y no podremos actuar en consecuencia. Una gallina que de repente deja de comer, que se aísla del grupo, que tiene las plumas erizadas, o que pone huevos con cáscaras blandas, puede estar enferma o estresada. Y si no lo detectamos a tiempo, el problema puede empeorar.
Así que ya saben, pasen tiempo con sus gallinas. Obsérvenlas, aprendan a conocerlas, y presten atención a los detalles. Un pequeño cambio en su comportamiento puede ser una señal de alerta. Y cuanto antes detecten el problema, antes podrán solucionarlo.
10. Plantas Amigas: Un Jardín para Gallinas
La abuela Humberta tenía un jardín precioso, lleno de flores, hierbas aromáticas y… ¡plantas para las gallinas! No se limitaba a darles pienso y agua. No, no, no. Ella creaba un entorno natural para sus gallinas, donde podían picotear, escarbar y encontrar alimento fresco y saludable.
Plantaba hierbas como la lavanda, el romero y la menta, que tienen propiedades antibacterianas y antiparasitarias. Plantaba también caléndula, que mejora el color de las yemas de los huevos. Y plantaba lechuga, espinacas y otras verduras de hoja verde, que son una fuente excelente de vitaminas y minerales.
Pero la cosa no quedaba ahí. La abuela también dejaba que las gallinas picotearan las malas hierbas que crecían en el jardín. Sabía que muchas de esas «malas hierbas» eran en realidad plantas comestibles y nutritivas. Además, las plantas del jardín proporcionaban sombra y refugio a las gallinas, y les permitían sentirse más seguras y relajadas.
Así que ya saben, si quieren gallinas sanas y felices, créenles un jardín. Planten hierbas aromáticas, flores, verduras de hoja verde y dejen que picoteen las malas hierbas. Les estarán dando alimento fresco y saludable, y les estarán creando un entorno natural donde se sentirán como en casa.
Así que ahí lo tienen, los 12 secretos de la abuela Humberta para gallinas sanas y productivas. No son secretos en realidad, son solo prácticas sensatas que se han transmitido de generación en generación. Ahora, con este conocimiento, pueden ir y criar sus propias gallinas felices y ponedoras. Y recuerden, si alguna vez tienen dudas, pregunten a su abuela. ¡Ella seguro tiene la respuesta! Y si no tienen abuela gallinera, ¡me pueden consultar a mí! ¡que algo se! Salud! (con un vaso de limonada, por supuesto).